FRAGMENTACIÓN DEL HÁBITAT Y EFECTO DE BORDE

FRAGMENTACIÓN DEL HÁBITAT Y EFECTO DE BORDE 
El impacto de las actividades humanas durante los últimos 200 años sobre el bosque templado Chileno ha provocado una disminución de su superficie llegando a ser similar a las experimentadas por estas, durante la última edad glacial. Armesto, Villagrán y Donoso (1994) argumentan que el impacto de la actividad humana en Chile puede ser reconocido, a partir del siglo XVI dentro de tres fases en la historia del bosque chileno:
  • Fase de colonización
  • Fase de explotación selectiva
  • Fase industrial
La fase de colonización se desarrolló entre el siglo XV y el siglo XIX, concentrándose entre las regiones de Santiago y Concepción a causa la guerra de Arauco, esta situación mantuvo a los bosques, al sur del río Bío-bío, dentro del territorio de guerra Mapuche siendo afectados principalmente por fuegos, los cuales eran empleados como arma táctica por los españoles. En tanto, sobre la zona pacífica, esta fase se caracterizó principalmente por una extracción intensiva de madera para construcción y leña, así como la quema de bosques para la apertura de terrenos a la agricultura y el pastoreo de animales domésticos.
La fase de explotación selectiva se da desde la mitad del siglo XIX hasta mediados del siglo XX y el uso que se le da al bosque nativo se basó en la tala selectiva, es decir, la corta de los mejores ejemplares de especies seleccionadas, lo que llevó a un empobrecimiento y deterioro de los bosques en el valle central y las zonas cordilleranas accesibles. Además de lo anterior esta fase se caracteriza por la extensiva quema de bosques para acceder a especies de valor maderero, algunas de las cuales - como Alerce, Araucaria y el Ciprés de las Guitecas- son altamente resistentes al fuego.
La ley forestal de 1931, si bien reglamentó el uso del fuego, permitió la explotación de tierras fiscales, incluidos los parques nacionales existentes, lo que extendió la tala selectiva y el deterioro de los recursos del bosque hasta los lugares más alejados (Armesto et al., 1994).
La fase industrial, en especial desde 1950 en adelante, se ha caracterizado por mayores niveles de explotación y destrucción de bosque nativo que en las fases precedentes.
En Aysén, a fines de los ‘40 y comienzos de los ‘50, colonos quemaron cientos de miles de hectáreas de bosques dominados por Lengas. La empresa forestal se estableció con terrenos propios y en los ‘40 comienzan las plantaciones con especies exóticas, principalmente pino insigne (Pinus radiata), sobre suelos agrícolas y de pastoreo, abandonados y erosionados, sin embargo pronto se expandieron a las extensas superficies del bosque nativo secundario o degradado por roces o talas selectivas.
Leyes como el decreto Ley 701 de 1974, fomentaron la forestación con especies exóticas de rápido crecimiento, contribuyendo a una subvaloración del recurso forestal nativo, mientras que, la ejecución de proyectos como la construcción de la carretera Austral, por ejemplo, permitió el acceso a bosques remotos en Chiloé central provocando un gran impacto sobre este medio ambiente, también la puesta en marcha de empresas que demandan madera nativa para la producción de astillas, han conducido a un aumento en las faenas de extracción de madera tanto en el centro sur de Chile como en Magallanes.
Hoy en día y según los resultados del último catastro nacional se tiene que el total de bosque nativo se encuentra distribuido sobre una superficie 13.443.316 ha, de las cuales los tipos forestales más representativos son el Siempreverde, con un 32.4% del total y Lenga, con un 25.3%. El caso más alarmante es el del tipo forestal Ciprés de la Cordillera, el cual tiene una superficie distribuida en fragmentos discontinuos cercana al 0.35% del total del bosque nativo chileno. Por otro lado, el SNASPE cubre aproximadamente 13 millones de hectáreas del territorio chileno continental (17% del total continental), distribuidos en 59 unidades dependientes de la corporación nacional forestal (Armesto et al,. 1992).
La distribución de las áreas protegidas está concentrada en altas latitudes representando el 92% de las áreas protegidas en toda la región templada. Las áreas del SNASPE entre los 34 y 44ºS representan solo el 8% de la superficie total protegida. Este patrón está en un marcado contraste con las tendencias latitudinales de riqueza arbórea y endemismo que alcanzan su pic en los 38 y 42ºS (Armesto et al., 1992). Esta vulnerabilidad en la cual se encuentran los bosques templados de Chile, los hace demasiado propensos a que sobre ellos se sigan practicando inadecuadas usos, tales como la extracción de leña, continuando con la escala depredadora que se ha caracterizado desde la colonia.
Todos estos procesos han incrementado la diversidad del paisaje natural, creando un patrón de parches yuxtapuestos de diferentes edades y tipos de vegetación; sin duda que la destrucción total o parcial de la biomasa vegetal, la consecuente perturbaciones del ambiente físico y la disponibilidad de recursos originaron la fragmentación de los bosque y selvas nativas no sólo de Chile, sino que del mundo entero.
La perdida de hábitat y su fragmentación
La pérdida de hábitat es la razón más importante de la extinción de especies en los últimos tiempos, al disminuir el hábitat, se ve afectada su distribución del hábitat restante por una falta de continuidad. Esto puede ser para áreas agrícolas, construcciones, represas, caminos, tendidos eléctricos, etc. Lo que produce finalmente la fragmentación del hábitat original, que ahora existe como parches fragmentados. Lo que significa que una población que vive en un hábitat original se ve reducido a una tamaño total más pequeño, esto quiere decir que son divididos en poblaciones múltiples.
Más allá del reconocimiento de la deforestación como proceso indicativo del deterioro de los bosques, desde hace algunos años se ha venido reconociendo el hecho de que incluso la división en "parches" de las áreas forestales son también, no sólo un indicador general del estado del ecosistema, sino también una forma de conocer los límites de deterioro a los que puede someterse un área arbolada para que mantenga relaciones con las zonas aún compactas
Si se produce una fragmentación adicional también se disminuye la tamaño medio de los parches del hábitat y los aisla.
Otro efecto de la fragmentación es el aumento del efecto borde. Al disminuir los parches del hábitat, aumenta la vulnerabilidad de las especies a las condiciones ambientales adversas, que son frecuentes en los bordes de los parches de lo hábitat, pero no en su interior
La fragmentación se puede definir entonces como la transformación de un bosque continuo en muchas unidades más pequeñas y aisladas entre sí, cuya extensión agregada de superficie resulta ser mucho menor que la del bosque original (Bustamante y Grez, 1995).
Williams (1991) indica que la extensión de los bordes ha aumentado sustancialmente, pudiéndose definir al borde como las zonas de contacto entre dos comunidades estructuralmente diferentes, las que pueden ser un bosque y un campo de trigo, un bosque y una plantación, etc. El límite del bosque (o borde), se ha reconocido empíricamente como el lugar donde comienzan los árboles, sin embargo para los ecólogos la percepción del borde ha dependido del concepto mismo de comunidad vegetal.
El aumento mundial de la extensión de los bordes es motivo de preocupación por parte de los investigadores y ecólogos del mundo entero, sin embargo, los resultados de muchos estudios relacionados con los efectos que pueden tener los bordes sobre la ecología han sido todavía incapaces de dibujar patrones claramente generales y aplicables en todo el mundo (Murcia, C. 1994).
El borde se lo ha concebido como un hábitat distinto, como una "membrana semipermeable" o "piel" entre dos áreas que concentran recursos diferentes, como una zona de amortiguamiento contra la propagación de una perturbación (Williams, 1991). Los bordes son ambientes distintos en el sentido que la estructura de vegetación y su biota difieren en ambas comunidades contiguas. Por otro lado, el conjunto de los efectos de la matriz sobre el fragmento se conoce como "efecto borde", el cual se puede manifestar en cambios al interior del fragmento, principalmente en su perímetro.
Se han definido bordes de tipo naturales, originados por perturbaciones físicas como fuegos, tormentas, derrumbes, viento o perturbaciones bióticas como depredación o forrajeo; y los generados por actividades humanas que conforman la mayoría de los bordes existentes en el mundo.
La fragmentación reduce el área cubierta por el bosque, exponiendo a los organismos que permanecen en el fragmento a condiciones diferentes a su ecosistema y consecuentemente a lo que ha sido definido como "efecto borde" (Murcia, 1995). Claramente los bordes separan elementos del paisaje teniendo importante influencia sobre las propiedades del sistema, tanto dentro de parches homogéneos como entre los componentes del paisaje (Wiens et al.,1985).
El contraste estructural entre una isla y la matriz que los rodea es un indicador no solo de la insolación que entre ellos se da, sino también del efecto borde. Harris (1984) señala que el límite de un fragmento no es una línea, sino que es una zona de influencia que varía dependiendo de los parámetros con los cuales ésta es medida. La radiación solar y el viento golpean al fragmento en su borde provocando una alteración de tipo microclimática.
Bibliografía
Armesto, J; Smith - Ramírez, C; León, P & Arroyo, M 1992. "Biodiversidad y
conservación del bosque templado en Chile". Ambiente y desarrollo. Dic.:
19-24.
Armesto, J; Villagrán, C; Donoso, C. 1994. "La historia del bosque templado
chileno". Ambiente y desarrollo. Marzo: p p 66-72.
Bustamante, R. y Grez, A. 1995. "Consecuencias ecológicas de la fragmentación
de los bosques nativos". Ciencia y ambiente, 11(2): 58-63.
Murcia, C. 1995. "Edge effects in fragmented forest: implications for
conervation". Tree, 10(2) 58-62.
Ramírez, C; San Martin, J; Hauenstein, E & Contreras, D. 1989. "Estudio
fitosociológico de la vegetación de Rucamanque (Cautin, Chile)". Stvdia
Botánica. 8: 91-115.
Williams, G., 1991. "Los bordes de selvas y bosques". Ciencia y desarrollo,
17(97): 65-71.

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